jueves, 17 de diciembre de 2009

Como en casa

(Por todos esos primeros miércoles de cada mes vividos en Liège)

- Nataly: ¿Tienes hambre Vane? Voy a preparar algo

- Vane: Bueno, déjame ayudarte

- Nataly: No. Deja que yo lo hago. Tómate tu té tranquila

- Vane: No seas boba. No puedo mirarte sin hacer nada. Dime, ¿está bien con 2 tomates? ¿Dónde están los cuchillos?

- Nataly: …. ¡Ay! Es que sos latina… J

No sé qué sucede cuando estamos fuera de nuestro país que en lugar de relacionarnos con las personas “locales” siempre terminamos rodeados de un gran grupo de compatriotas.

Que los ingleses no sean tan receptivos y que Oxford sea una ciudad que recibe miles de estudiantes extranjeros al año podrían ser buenas razones.

Si se atraviesa un día de semana la Cornmarket Street de Oxford, será muy sencillo distinguir, entre la masa de gente, subgrupos culturales “emburbujados”. Como si estuviesen hechos con un molde, hablando un mismo idioma y moviéndose de la misma manera, pequeños clanes de japoneses, turcos, franceses, españoles, tailandeses –entre muchos otros- llenan los rincones de esta calle comercial.

Sin embrago, con nosotros, los latinos, pasa algo distinto. Si bien se podría identificar fácilmente a un grupo desde lejos, sería casi imposible decir de qué país provenimos. Y es que a diferencia de otras culturas, los latinos no buscamos juntarnos con la gente de un solo país (el de cada quién) sino con -casi- todo un continente.

Personas de más de 20 países nos reunimos y olvidamos si somos mexicanos, colombianos, bolivianos, chilenos o venezolanos. Durante el momento que estamos juntos los acentos, los conflictos políticos y las diferencias culturales quedan a un lado. Cada quien deja colgada su nacionalidad en la entrada y se viste multicolor.

Nos ponemos un traje nuevo para ser latinos, y sólo eso.

Y es que a pesar de tener costumbres tan distintas y de estar divididos por cientos de kilómetros; los latinos somos muy parecidos.

Planeamos preparar comida, porque la de aquí es horrible. Bailamos –incluso sin música- hasta cansarnos, porque tenemos esa llama en la sangre. Buscamos abrazarnos y tocarnos, porque entendemos la necesidad e importancia del contacto físico. Nos ayudamos mutuamente a sobrellevar las diferencias de las rígidas normas de estos sistemas a los cuales no estamos acostumbrados.

Como me dijo un belga que conocí por estos lares: “ustedes, los latinos, son más felices que nosotros (europeos). Más alegres y vivaces. Y estoy convencido que se debe al valor que le dan a la familia”.

Pues bien sea aquí, o en cualquier parte del mundo, lejos de todo y de todos, aunque seas nuevo en el grupo o sólo estés de paso, siempre serás tratado como de la familia. De esa gran familia latina.

No importa que digan que somos tramposos, perezosos, oportunistas. No importa la mala fama que tengamos a nivel mundial. Los latinos somos únicos.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado bastante este artículo, creo que yo no habría podido explicar mejor el sentimiento que tenemos los latinos al estar en el extranjero, si bien es posible que hayan algunas excepciones, no hay duda de que la mayoría de los latinos que lean estas líneas van a sentirse identificados.

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  2. 100% Cierto... Te doy toda la razon, excelente nota!

    Roger Cracco.

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