miércoles, 28 de marzo de 2018

Dos caras de una misma moneda.

Así como irse no es 
lo mismo que llegar; 
ser inmigrante no es lo mismo
que emigrar. 

Cara A. Hace 4 años me convertí en emigrante.

El 26 de marzo de 2014 salí de Venezuela. Salí con dos maletas y un billete de vuelta que en ese momento no sabía que no usaría. Desde ese día han pasado cuatro años. 4 años que, aunque a veces parecen muchos, son pocos. Cuatro años en los que todo cambió. 

"Hiraeth". Hace unos meses, viendo una película, descubrí esta palabra galesa que explica perfectamente lo que siento cuando pienso en Venezuela. Aunque no tiene traducción literal, viene a significar algo como "profunda pena por un hogar al que no puedes volver". Habrá quienes digan que soy una exagerada, pues a Venezuela puedo volver cuando quiera. No tengo prohibida la entrada, mis padres viven aún allí, y sin importar cuánto tiempo pase, siempre será mi país. Sin embargo, ese hogar que añoro, en el que pienso cuando estoy triste, el que forma parte de mis recuerdos, ese lugar ya no existe. Aunque volviese mañana mismo a Venezuela, la vida tal y como la conocí, como la viví, solo existe en fotos y en mi memoria.