miércoles, 7 de diciembre de 2022

Las cosas, como son

I parte: el qué

En enero de 2022 hice mi primer curso de meditación Vipassana.

Y creo que hoy, 11 meses después, aún estoy procesando la experiencia.

No sé si alguno sabe qué es la meditación Vipassana. Yo la escuché por primera vez gracias a mi amigo Jesús y después en India. Y a partir de allí me fui enterando de gente que conocía que había hecho el curso. A mí me llevó varios años tomar la decisión de hacerlo y un par más lograr entrar; pues tienes que aplicar, son muchos los solicitantes y pocos los cupos. Supongo que antes no estaba preparada para hacerlo; pero como dicen, "cuando el alumno está listo, el maestro llega". 

Y en enero de este año por fin llegó mi momento. 

Os comparto aquí un resumen de la experiencia. Un resumen que escribí 3 semanas después de haberla vivido. Muchos meses han pasado y muchísima agua ha corrido en mi vida desde entonces. Y aunque la mayoría de las cosas que digo aquí están totalmente desactualizas, no quería dejar de publicarlo.

Vipassana significa ver las cosas como son. Se trata de un tipo de meditación que nació en India hace más de 2500 años, y que nos invita a ver la realidad tal cual es y no como queremos sea (difícil, eh?). Para esto, se aprende un método que se basa en la observación de la respiración y del propio cuerpo, con la finalidad de entrenar a la mente para que no reaccione ante las sensaciones que experimentamos.

Parece sencillo, pero hemos pasado tanto tiempo viviendo de la misma forma, que nuestra mente está acostumbrada a reaccionar sin darnos cuenta.

El curso que hice es de introducción al método para aprender la técnica. Durante 10 días vives en un centro de meditación, aislado del mundo exterior. Sin móvil, sin libros, y sin poder hablar con los otros meditadores durante los primeros 9 días.

Y todo por una razón: no hay que darle más trabajo a la mente del que ya tiene. 

Vivimos rodeados de tantos estímulos, que ir adentro se nos hace complicado y para aprender el método no necesitas más ruido extreno. Vas a meditar y tienes que poner toda tu energía en ello. Se meditan alrederor de 12hrs diarias, se come, se duerme y se descansa.⠀
Yo lo digo a modo de chiste, pero la verdad es que sí que viví como un monje.

II parte: la teoría 

Vipassana llegó a occidente gracias a una fundación creada por S.N Goenka, que se encarga de expandir el método por el mundo. Los cursos que se imparten son 100% gratuitos y no distinguen entre estatus social, nacionalidad o religión. Allí todos somos iguales, comemos lo mismo, dormimos en los mismos sitios, hacemos lo mismo todos los días.

Dicen que este método es el que practicaba Gautama, el Buda, y con el que encontró la iluminación.

Según la teoría, desde que nacemos hemos aprendido a vivir en la desdicha por lo que se da o lo que no se da en nuestras vidas. Vivimos apegados a la sensación que nos produce ciertos placeres, o a la aversión que nos causan algunas situaciones. Comprender y aceptar que todo, absolutamente todo es impermanente, y que aunque duela mucho o nos haga felices, tiene un final, y eventualmente terminará, es el principio de la liberación.

Esto es principalmente lo que se quiere lograr con la meditación Vippassana: experimentar la impermanecia a través de las sensaciones del cuerpo. Ecuanimidad, nos decían todo el tienpo. Con una mente tranquila, en calma y ecuánime, hay que observar como las sensaciones aparecen y desaparecen.

De acuerdo a este método, la experimentación es la única forma de integrar y entender la impermanecia. Podemos leerlo, escucharlo de otros, aceptarlo, profesarlo; pero hasta no vivir la propia experiencia y darnos cuenta de que nuestro sufrimiento parte del apego y la aversión, no podremos cambiarlo. 

La meditación Vipassana lo que busca es entrenar la mente, hacerla muy aguda y hackearla para que ante una sensación (agradable o desagradable) no reaccione como lo ha hecho hasta ahora, con apego o aversión. Al lograr esto, no solo podemos liberarnos del sufrimiento presente y futuro, sino también de todo el acumulado a lo largo de la vida (y otras vidas anteriores). 

A lo largo de la vida, cada vez que hemos reaccionado con aversión o apego ante de las cosas que suceden, hemos generado "sankaras", acumulándolos dentro de nosotros que normalmente se expresan en el cuerpo con forma de dolores. Y muchos de estos se nos expresan durante la meditación.

Con la práctica de Vipassana podemos sacar los sankaras desde la profundidad dónde se encuentran escondidos en nuestro cuerpo; y al dejarlos surgir sin aferrarnos a ellos podemos hacer que desaparezcan para siempre. 

Yo no sé si toda esta teoría es verdad, pero ¿qué daño puede hacer el sentarte a meditar?

III: la experiencia

Cuando la gente se entera que estuve 9 días en silencio, sin hablar con nadie, la reacción es común: ¿tú? ¿Tantos días sin hablar? ¡No lo creo! ¿Cómo hiciste? ¿No fue muy muy difícil? 

Pero la verdad es que el reto mayor del curso no es no hablar; es estar solo contigo mismo, pues es algo que no hacemos nunca. Y no me refiero a estar solo físicamente, como lo hicimos en cuarentena, pero con zooms, pelis, libros, directos de Instagram a toda hora... No. Me refiero a estar en silencio escuchándote a ti mismo. La mente hace muchísimo ruido. Más del que imaginas, y estar solo con ella, puede ser muy abrumador. 

Normalmente, cuando quiero callar a mi mente, hago ejercicio. Pero no cualquiera. Neceisto hacer uno que mantenga a mi mente entretenida. Por eso me gustan las clases grupales dónde debo seguir una coreografía, porque me concentro tanto en repetir los pasos, que mi piensa en otra cosa. Y con todo y eso, hay momentos en que pierdo el foco y la mente se distrae. Así que imagen de lo que es capaz de hacer cuando no tiene nada con qué entretenerse.

Juro que hubo momentos en los que le pedí expresamente que se callara y me dejara sola un ratito. Y en 9 días, puedo contar con una mano los momentos en que logré hacerlo. Fueron maravillosos, pero muy breves y escasos.

Y ojo, cuando digo que pude callarla no me refiero a que la puse en blanco. Creo que esa es una tarea casi imposible que además le da muy mala publicidad a la meditación porque la gente se frustra al no lograrlo. Yo hablo de controlarla, de lograr que se enfocara en lo que yo quería (la respiración y las sensaciones del cuerpo) y que no danzara a su antojo por el no tiempo.

La verdad es que a mi mente le encanta ser la protagonista, y hace lo que sea con tal de llamar mi atención: planifica, recuerda, inventa... Está demasiado acostumbrada a vivir en el pasado y en el futuro; pero el presente se le hace aburrido.

Durante los 9 días que estuvimos solas, planificamos mi vida de aquí a 10 años, escribimos como 15 posts que ya se me olvidaron, recordamos cosas y momentos que ni sabía seguían guardadas en mi memoria... ¡Increíble! 

Pero también me di cuenta de que la mente puede ser tramposa y un lugar muy oscuro. Me inventé unas películas dolorosas que me ayudaron a darme cuenta de que tenía miedos a los que no me gusta hacerles caso, entonces prefiero evitarlos enviándolos al fondo de mi sistema, en lugar de enfrentarlos y sacarlos de él.

Y todo eso es también parte del proceso. Uno que atravesamos solamente cuando nos damos la oportunidad de vivirlo, y para hacerlo tenemos que estar dispuestos a escucharnos. 

Durante mis 10 días meditando no sentí las vibraciones que que me dijeron que podía sentir, no vi luces de colores ni llegué al nirvana. Pero sí aprendí que hay una manera en la que puedo ir a mí y traerme al presente con una única herramienta. Una tengo desde que nací: la respiración.

Y también sé que sí puedo controlar mi mente aunque sean unos instantes, que espero que con la práctica se conviertan en segundos y luego minutos...

IV: la realidad

Meditar, si vives como un monje, es complejo pero sencillo. Los primeros días son duros. El silencio exterior es desconocido para la mayoría de nosotros, los occidentales comunes. Pero una vez entras en la dinámica, todo fluye. En el centro Dhama Secca (donde hice el curso) todo está preparado y dispuesto para que medites sin preocuparte de nada más.

La única distracción externa es la naturaleza, porque el espacio es precioso, con la Sierra de Gredos de fondo, aves que surcan los cielos, vacas pastoreando a lo lejos y un cielo tan estrellado por las noches que emociona. Por lo demás, no hay que preocuparse nunca. La comida está preparada a la hora, hay silencio a tu alrededor todo el tiempo, la temperatura de la salas y las habitaciones está controlada, el gong suena en los momentos que debe para avisarte que debes hacer esto o aquello.

Todo te invita a meditar.

El reto viene cuando vuelves a tu vida diaria y quieres mantener la paz interior que se despertó dentro de ti estando en el centro. En lo personal se me ha hecho MUY difícil. Y ni hablar del ritmo de la meditación. El único momento que encuentro para meditar en paz y sin ruido, es a las 6 de la mañana; y aunque estoy siendo muy disciplinada para crearme una rutina, a veces mi cuerpo no quiere levantarse de la cama.

Cada vez que me siento a meditar, tengo tantas cosas en la cabeza que concentrarme en la respiración o en la sensaciones del cuerpo se vuelve una tarea complicada. Mi mente repasa todo lo que tiene que hacer en el día, a quien tiene que escribir o llamar, qué pendiente del trabajo hay, etc, etc, etc... Ahora entiendo por qué te desconectan de todo durante los 10 días de curso. Son tantos los estímulos que recibimos diariamente, que a nuestra mente le cuesta parar y estar simplemente presente.

A pesar de todo, lo estoy intentando con mucha convicción y ganas. El curso me enseñó que sí puedo controlar mi mente, aunque sean unos instantes, y que eso, por ahora, ya es suficiente.

Solo tengo 3 semanas de haber terminado el curso, por lo que es muy pronto para ver cambios. Sin embargo, puedo decir que, hasta ahora, Vippasana me ha dejado dos maravillosos regalos: el hábito de despertarme temprano para meditar y regalarme así un ratito sola conmigo (y como no, con mi mente); y el ver a la respiración como una hermosa herramienta a la que recurro siempre que me encuentro navegando por el no tiempo y quiero traerme al presente. Bien sea en un Savassana después de una clase de yoga, mientras me están dando un masaje o cuando voy en la bici: "vuelve aquí, Vane. Este es tu presente. Disfrútalo. El después, espera a que llegue".

No hay comentarios:

Publicar un comentario