domingo, 29 de enero de 2017

A un mes de haber terminado el 2016...


Como me ha pasado otras tantas veces, este post tenía semanas 
engavetado (en borradores) esperando ver la luz. Y a pesar de que con el 
destiempo pierde un poco el encanto, más vale tarde que nunca.

Un mes ha pasado desde que terminó ese "fatídico 2016" y aún hay quienes hablan de lo malo que fue ese año para el mundo. Aunque con diferentes matices (y a pesar de que para algunos fue grandioso) el sentimiento colectivo es más o menos el mismo: 2016 fue un año de merde. Y sí que lo fue. Trajo desgracias naturales, se perdieron muchas vidas, la estupidez, el odio y el resentimiento se demostraron en su máxima expresión y la intolerancia alcanzó niveles gravísimos. Viéndolo desde esta perspectiva, el saldo de 2016 no es para nada positivo (y a juzgar por este primer mes, el 2017 tampoco pinta muy bien). 

Cada uno carga en la espalda su propia cruz 2016. Para unos es una cruz de papel, para otros de madera y para unos menos afortunados de concreto. Hay también quienes la llevan de helio y aún así se quejan. Pero vamos, cada quién con sus cosas.

En lo personal fue un año difícil en muchos sentidos. Y no por eso quiero menospreciar todo lo bueno que me dejó el año que fue mucho: viajes, reencuentros, visitas, sorpresas y miles de alegrías. Pero fue un año impulsivo. Un año en el que hice y deshice sin pensar mucho, y eso, aunque es bueno, también tiene su parte negativa y deja cicatrices.

Pero 2016 se acabó. Ya no hay tiempo para arrepentimientos ni hubieras. Para lo único que debemos mirar atrás es para aprender. Porque en resumen, creo que 2016 fue un año para eso. Un año para cometer errores, pero, sobre todo, para aprender de ellos. Aprender a cómo NO se deben hacer las cosas y que hay cosas que definitivamente no se deben hacer; cada uno desde su espacio y desde su propia trinchera.

Fue un año para darnos cuenta de que no todo ni todos merecen nuestra atención y cariño; porque no siempre lo que queremos es lo que nos conviene. Que no todas las personas, batallas y planes valen el sacrificio, y que para crecer hay que dejar ir. El desapego te da paz, y la paz te da felicidad, y la única forma de tomar decisiones correctas es teniendo el corazón contento y la mente tranquila. 

En 2016 aprendí a estar soltera y a ser soltera (porque son 2 cosas diferentes), pero sobre todo, aprendí a disfrutarlo. Conocí muchísimas personas (según Facebook hice más de 150 nuevos "amigos") y entendí que todo el que se cruza en tu camino, incluso ese que te hace llorar en lugar de reír, tiene siempre algo que enseñarte. Que hay quienes solo están de paso y hay quienes se quedarán a tu lado muchos años más, pero que lo importante es saber diferenciar quién se merecen un lugar en tu vida y quién no. 

Que hay gente capaz de emocionarte a los 10 minutos de conocerla, y gente a la que conoces desde hace años y no te saca ni una mínima sonrisa. Que puedes entablar conversaciones trascendentales con desconocidos, y que hay conocidos con los que ya no tienes nada de qué hablar. Porque las personas cambian, y tú también.

2017 ha llegado con todo y será un año para no cometer los mismos errores. Un año para encontrar el equilibrio en cada paso, en cada nueva aventura, en cada decisión. Yo que soy una apasionada de la vida, debo aprender a darle a cada cosa su importancia, su valor y su lugar. No más. Y solo perder el equilibrio cuando de verdad valga la pena. Y esa es una de mis metas para este año. Porque 2017 será un año para cumplir metas. Para hacerle check a una parte de mi gran bucket list.

Tengo una lista enorme de metas para este nuevo año. Metas muy variadas y distintas (de las que iré escribiendo y contando conforme vayan ocurriendo), y cumplir cada una de ellas es lo que hará que mi año sea maravilloso. Porque he decidido que este año será como yo quiero que sea. Basta de dejarse llevar por la corriente y por el como "vaya viniendo..."; porque el río no siempre te lleva en la dirección correcta ni a dónde te gustaría llegar. A veces hay que coger el remo (o si tienes más suerte acomodar las velas), y remar hacia donde quieres.  Aunque sea con el viento y la corriente en contra. 

2017 es el año para comer menos azúcar, dormir por lo menos 7 horas diarias, correr mis primeros 21K y hacer ese viaje que tengo pendiente desde hace bastante tiempo. Un año para hablar más seguido con mi mamá, leer más, escribir más, aprender más y beber menos café (y alcohol). Para cerrar esos círculos que me impiden seguir creciendo y avanzando.

He tomando la decisión de que cada día de 2017 será único. Me he establecido tareas semanales, y lo más importante es que he creado una forma de hacerles seguimiento. Basta de hacerme la loca frente a las preocupaciones. Lo que no evalúas ni reajustas a tiempo, no sucede. A la mierda el miedo y la incertidumbre. Revisaré mi cuenta bancaria todas las semanas y me subiré a la báscula una vez al mes. He dicho.

Gracias 2016 por todo lo aprendido. Por todo lo llorado, sufrido, reído y disfrutado. 2017, a pesar de que no has sido tan benevolente con el resto del mundo, este primer mes nos has ido bastante bien. A por otros 11 meses de planes y metas por cumplir.

Por lo pronto, ya puedo hacerle check a este post que tenía pendiente. ¡Bravo!

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